Me resultó muy sorprendente la forma en que está enfocado el Museo de Stalin en Gori. Si, si, yo ya sabía que iba a ver un museo dedicado a un dictador y genocida, pero pensé que el museo estaría dedicado a entender esta figura histórica, a fin de cuentas Stalin nació allí y eso es un hecho histórico importante para los habitantes de la zona. Pero no pensé que fueran a ensalzarla… pero esa es la impresión que me dió.
Por lo que he podido leer por ahí, la sociedad georgiana con respecto a la figura de Stalin se debate entre los que se centran en el hecho de que un chaval de familia pobre de Georgia pudiera llegar a lo más alto de un país y un imperio, hasta los que hacen el énfasis en las atrocidades cometidas o en la invasión soviética de Georgia.
De hecho, en 2012 hubo un intento de cambiar la orientación del museo y hasta apareció un cartel que decía: “Este museo es una falsificación de la historia, es un ejemplo típico de propaganda soviética e intenta legitimar el régimen más sangriento de la historia”. Cuando yo estuve en 2019, este cartel ya no estaba.
El museo empieza antes de entrar al edificio con una estatua de Stalin ante la cual, si te apetece, te puedes hacer una foto… ¿Te harías un selfie con un genocida al fondo? Con lo que a mí me gustan los viajes como fuente de material para la reflexión, no paro de pensar en los que lo hacen: o bien les gusta Stalin, o les importa un bledo, o bien sencillamente están haciendo una banalización de la historia, algo tan habitual en nuestros días.
Se entra al museo y a la izquierda lo primero con lo que te encuentras es la tienda de recuerdos, claro, como en todos los museos ¿Te comprarías una camiseta con la foto de un genocida? O mejor aún ¿Te la podrías para andar por ahí? O a lo mejor te apetece comprar un llavero a tu hermano con la efigie de un Stalin con expresión sonriente y bondadosa…
A continuación, procedemos a entrar en el fastuoso edificio ¡Aaaahhhh! Stalin te contempla con expresión solemne, como de gran hombre y apenas te atreves a hablar en su presencia no sea que…
Se van sucediendo las salas dedicadas a glosar la vida de este personaje. Su infancia, sus padres, su juventud, su etapa como ladrón de bancos…. No veo que lleguemos nunca a las salas dedicadas a la masacre de Katyn, al exterminio de los ucranianos por hambre en los años 30 (se calculan entre 6 y 10 millones de personas), a la deportación de los tártaros de Crimea, a las víctimas de las purgas, o a los millones que murieron por el frío y la miseria en los gulags.
Veamos por ejemplo la descripción de alguna sala que se hace en la propia web del museo: “La segunda sala abarca el período de 1925-1939 de la historia soviética cuando el Partido liderado por Stalin luchó por el desarrollo económico y cultural del país”. Sin comentarios. Por cierto, no hay que perderse la sección de esta web oficial que contiene poemas escritos por el personaje.
Existe una sala en que se muestran los regalos que le hicieron a Stalin Me encanta esta paloma que tiene pinta de trabajo escolar, en la que denominan a nuestro protagonista el “adalid de la paz”.
Pero la sala que más me impresionó fue la que conserva una copia de la máscara mortuoria de Stalin. No es que exhiban la máscara, es el contexto solemne y teatral con la que está expuesta lo que provoca escalofríos.
Pero si ¡Espera! Si perseveras y terminas la visita de las zonas nobles del edificio, encontrarás un par de salas dedicadas al Gulag. Están “escondidas” en un sótano al que se accede desde un recóndito lugar del hall (si no lo sabes, es fácil no darse cuenta de que están ahí). Hay una reconstrucción de una de las celdas del Gulag y un escritorio auténtico donde se celebraban los interrogatorios de los presos.
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